viernes, 1 de marzo de 2024

Cada vez que despierto chocan en mí la sensación de que no debería estar acostado durmiendo y la imposibilidad de funcionar de cualquier manera. Mis ojos se niegan a abrir, mi cuerpo a duras penas se mueve para reacomodarse y que deje de dolerme el lado sobre el que pasé apoyado quién sabe cuánto tiempo. La luz molesta, las responsabilidades son odiosas, me embarga la rabia de saber que no debo estar en esas condiciones. Pero no puedo hacer nada, realmente. Solo me levanto porque es necesario, pero por mí, me dejaría en el lugar, esperando la podredumbre que viene demasiado lento de otra manera.

Hace unos días, vi a alguien que se juraba filósofo y conocedor de lo que es bueno en la vida preguntar a su público imaginario, "¿eres una persona feliz con momentos de tristeza o una persona triste con momentos de felicidad?". Una pregunta ociosa, porque su respuesta es obvia. No he sido feliz un solo día de mi vida, tan solo he tenido buenos momentos, la mayoría de los cuales lo son porque olvido que existo yo.

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