domingo, 25 de junio de 2017

Fantasmas, espíritus y la futilidad de la existencia

Suponiendo que los fantasmas y espíritus y afines son un hecho (contrario a lo que sabemos), me asalta la duda de, ¿cuál es la utilidad cósmica que pueden tener estos seres? ¿Cuál es la razón de que existan, en primer lugar?

Por lo que sabemos, lo que existe lo hace porque es la manifestación de interacciones fundamentales, esto es lo que hace que se formen estrellas y planetas y cosas. Pero por ejemplo, ¿por qué una consciencia limitada, como lo sería, por ejemplo, la nuestra, habría de trascender incluso siglos, milenios después de haberse deshecho de su sustancia física? ¿No es acaso esto algo que destruiría sus psiques? Es más, si hubo antes civilizaciones de las que sus restos han quedado perdidos inexorablemente (cf. los cuentos más sci-fi de Lovecraft, por ejemplo), ¿qué propósito tienen sus espíritus hoy en día? ¿Desesperarse por vernos cagarlas del mismo modo que lo hicieron ellos en su tiempo, incapaces de comunicarse con nosotros, desesperarse porque todo lo que conocieron ha desaparecido y ahora se enfrentan a un mundo "físico" completamente diferente al propio y con el que no pueden interactuar? Un destino así es el que imagino para cuando nuestra propia especie se extinga, si es que trascendemos de forma inmaterial, pero conscientes. Eones mirando el universo material desde nuestras futuras formas inmateriales, sin poder comprenderlo, sin poder conocerlo, sin poder comunicarnos.

Por otra parte, ¿serían capaces estos seres fantasmagóricos de comunicarse entre sí, de armar grupos, conexiones, civilizaciones alrededor de su etérea esencia? Y si así fuera, ¿para qué? ¿Para tratar de soportar la vacuidad de la eternidad, para hacer menos solitaria su propia miseria? Porque además, el que la consciencia trascienda involucra que lo hace con sus emociones y sentimientos, de otro modo, no es muy diferente de que lo único que trascienda de nosotros sea un archivo con nuestras memorias en un computador, pero no parece ser esa la idea que tienen quienes "ven" fantasmas, estos parecen tener no solo recuerdos, sino que lo mencionado. Pero continuando con la interacción entre fantasmas, ¿qué efectos tiene esta en el universo? ¿Por qué sí y por qué no, por qué se agrupan o por qué se repudian? Especialmente, ¿qué ocurrirá con ellos cuando el planeta sea finalmente consumido por el sol, cuando este se expanda al llegar al final de su vida? ¿Vagarán por el cosmos, quedarán anclados para siempre a la órbita de lo que sea el sol o lo que quede de él (o ella, según la mitología de referencia)? Y si, como aseguran algunos, están anclados a un lugar, ¿qué ocurre con ellos cuando el lugar queda destruido? Supongamos que uno vive en una casa y queda anclado, por la razón que sea, a esta. ¿Qué ocurre cuando se la destruye y se coloca un mall encima? Especialmente porque lo que forma la casa no es solo el terreno, así que si está anclado al objeto "casa", tendrá la disyuntiva de con cuál de todos los restos de ella se va, ¿o acaso esto lo destruye, haciendo que su esencia se fragmente en tantos fragmentos como la misma casa y cada pedazo de esta esencia se vaya con cada uno de los de la casa?

Entonces, de todo esto, no queda más que preguntarse, ¿por qué rayos habría de existir algo como un fantasma?

lunes, 12 de junio de 2017

No coffee for old men

Llegué a mi casa, agotado tras la jornada, con la idea en la cabeza de tomar café. Pasé a la cocina y pude constatar que quedaba preparado en la cafetera, tan solo faltaba calentarlo. Por esto es que enchufé y prendí el adminículo doméstico y pasé a hacer trámites que el pudor no permite mencionar en el lugar más noble de una casa, también conocido como baño.

Mientras me entregaba a tareas que no detallaré, podía escuchar a mis hermanos gritándose desde las piezas y retándose por quién sabe qué tristes rencillas sin importancia, y cuando salí, fui a buscar el ansiado café. La cafetera estaba desenchufada. Grité con rabia a mis hermanos respecto de su estúpida manía de gritarse durante toda la tarde y su incapacidad para pronunciar cuatro míseras palabras para preguntar: "¿estás usando la cafetera?". Acto seguido, enchufé de nuevo la cafetera, con ya bastante rabia, pero sabiendo que no habría de esperar más que solo unos minutos a que se calentara. La esperanza seguía en pie.

Grande fue mi desilusión al descubrir que estos seres desenchufaron la cafetera para poner el hervidor eléctrico.

No hay final feliz para esta historia, pero sí una valiosa lección: mis hermanos no desenchufan nunca nada que no se esté usando (cuántas veces no he encontrado cargadores de celulares enchufados, sin celulares que cargar conectados), salvo por la cafetera. Pero ellos nunca tienen idea de cuándo no se está usando la cafetera, solo lo asumen. La vida apesta.

Adivinen quién está con síndrome de abstinencia y detestando todo lo que le rodea.

viernes, 2 de junio de 2017

Ironías

Como ya es de conocimiento público, ocurre que la vida y yo nos llevamos mal. Ella me odia y yo la odio. Esto nos ha llevado a un conflicto que aún dura y ya lleva 31 años. Ella se empeña en que todo salga mal y yo me empeño en seguir vivo y el ciclo se perpetúa. Pero a veces, nos gastamos bromas que nos permiten tener pequeñas victorias. Por ejemplo, tengo mis pequeños momentos de felicidad cuando prendo mi computador y me pongo a jugar algo que me apasione. Y ella se encarga de destruir eso haciendo que todo me salga mal, destruyendo mis partidas gracias a mis manos torpes o nula coordinación mano-ojo.

Su última victoria ha sido en mi búsqueda de trabajo. Tras mucho buscar, finalmente di con algo de acuerdo a mis capacidades y cosas que me interesan y gustan. Al fin algo bueno que me sale en ese aspecto. Y esta cretina no encuentra nada mejor que lograr que este trabajo sea precisamente en el área que más odio de la ingeniería, la industrial, convirtiéndome en un trabajador de las áreas que me negué siempre a visitar y que siempre hice de mala gana.

Al final, esto sigue en un empate y ella se ríe en mi cara del hecho de que, a pesar de todo, no puedo ni quiero quejarme de su última victoria.