Coffee is love. Coffe is life. |
Nuestra historia comienza hace unas semanas, cuando nuestro héroe descubre que sus reservas de café en grano molido menguaban inexorablemente. Como buen procrastinador que es, no consideró el hecho como algo crítico hasta que fue muy tarde y unos días atrás, la cafetera entregó su último elixir, último estertor de una veta que se agotó con demasiada prisa, sin medir consecuencias. Sin saber qué hacer y dándose cuenta de que el té no estaba a la altura de sus expectativas, gracias a su poca concentración de café, nuestro héroe decidió que era hora de dejar de procrastinar e ir en búsqueda de los ingredientes que tan preciado elixir merecían. El ingrediente particular era el café Águila Roja, de procedencia
Ingrediente crucial para un buen brebaje |
Antaño, tierra de locales comerciales diversos y variados. Hoy, tierra de orientales, ya que si bien el primer piso seguía siendo de locales comerciales diversos y variados, el segundo y el tercero se convirtieron en lo que los parroquianos llaman El Mall Chino. Si bien debido a la naturaleza
Desilusionado, pero aún esperanzado, nuestro héroe recorre los alrededores de la calle San Diego, en el centro de la urbe que es su hogar, buscando incesantemente aquel proveedor que le entregara el ansiado producto, mas su búsqueda fue infructuosa. Abatido, vuelve al Mall Chino, para preguntar a los locatarios acerca de la referencia, bastante vaga, que le dieran sus fuentes. Mas cuál no fue su sorpresa, al enterarse que el local de productos japoneses era su objetivo.
El destino es un amante caprichoso, pero nuestro héroe, como hemos señalado, es obstinado y no se rinde con facilidad. Es por esto, que recuerda que varios días antes, buscando dónde proveerse del ansiado café, encontró rezando a la red internacional a través de su profeta Google, un lugar, La tiendecita colombiana, cerca de la Plaza de Armas de la metrópolis, que según su propia descripción, se encargaban de importar bienes de
Nuestro héroe no contaba para llegar a destino más que con una dirección y la noción de que estaba cerca de la Plaza de Armas, no obstante, siendo un habitante de la jungla de concreto, era todo lo que requería, por lo que emprendió el largo camino hacia el ignoto lugar.
Tras un incesante andar por tempestuosos mares de personas, luchando contra las oleadas de peatones autómatas incapaces de desviar la mirada y pensar que no son los únicos que importan en un universo de peatones autómatas, nuestro héroe llegó a la plaza y dio con la calle. De pronto, notó que ese era un sector que conocía y que, en particular, era famoso por un detalle: era un barrio dedicado al comercio de extranjeros, acaso la mayor muestra de Santiago como ciudad cosmopolita. Nuestro héroe conocía mucha gente que hubiera hecho comentarios xenófobos y racistas, pero él sabía que ninguno de esos tenía razón de ser, ya que, por un lado, eran personas como él, tratando de ganarse la vida de buena manera, y por otro, como dijera cierto sabio filósofo (no tiene subs :c), y parafraseo, si alguien sin contactos y dinero toma tu trabajo, probablemente eres un perdedor de proporciones épicas.
Nuestro héroe, sin embargo, se enfrenta a lo desconocido y entra en la mazmorra, que algunos exégetas osarán llamar caracol, y
Puta bida (créditos a a_crotty/iStock/Getty Images) |
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