Durante el fin de semana, en una reunión social, conversaba con una contertulia sobre diferentes temas y surgió el tema de la adopción por parte de padres del mismo sexo. Si bien ella se mostraba a favor del matrimonio, no lo estaba tanto al respecto de la adopción y con sus argumentos, comprendí su preocupación y entendí un aspecto fundamental de la crianza que es lo que nos forja como discriminadores.
En principio (era más complejo que esto, pero esta es una de las ideas principales que me llevaron a esto), su argumento contra la adopción tenía que ver con el hecho de que padres del mismo sexo omitirían la enseñanza de las relaciones de pareja “normales“, es decir, entre un hombre y una mujer. Mi argumento contra esa idea era que los padres han de ser, a su vez, educados con el fin de que ellos no den una educación sesgada a sus hijos, adoptivos o no.
Esto me llevó a reflexionar que el primer motor de discriminación con que uno se topa es su crianza: mi familia todavía tiene miembros que llaman “desviados“ a los homosexuales, por lo que es obvio que nuestro primer acercamiento al tema será (de hecho, fue así, pero me di cuenta de que era una falacia de épicas proporciones) considerarlos desviados, degenerados o similares, sin embargo, no son más que personas con gustos como cualquiera, sólo que sus gustos no son los de la norma - y, no obstante, no hacen daño a nadie más que a las mentes cerradas.
Entonces, la pregunta que me surge es, ¿qué clase de personas estamos criando? Mi familia, por el mero hecho de ser parte de la cultura gótica, piensa que soy (y seré siempre) un inmaduro en ese aspecto. Por el mero hecho de que a ellos no les parece, me tratan así y, además, crían a mis hermanos y primos con esa mentalidad, quedándonos a nosotros la tarea de expandir nuestras mentes (y rogar que nuestros padres no nos llamen desviados por nosotros habernos dado cuenta de que el mundo es más amplio que nuestra mera percepción de él).
Si bien es normal y bueno tener una opinión respecto de cualquier tema, intentar moldear a los niños esperando que sean clones nuestros sólo los llevará a diversas frustraciones, partiendo de la básica: ¿se sienten bien ellos con lo que se les inculca como “correcto“? Supongo que los homosexuales no. Supongo que los ateos criados en familia religiosa tampoco. Los que se sienten parte de una cultura diferente, tampoco.
¿Deben los padres educarnos así, o hay que educar a los padres, para que sepan educar a sus hijos?
miércoles, 2 de enero de 2013
Discriminación y Crianza
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