Cada día que pasa es uno más para mostrar que soy un fracaso. Dos grados académicos y nada que mostrar de ellos. Se supone que he investigado y publicado, pero no he participado de nada que lleve mi nombre, realmente. Estoy estancado, no he hecho nada útil. No tengo habilidades, no tengo competencias, no tengo intereses; se suponía que, en algún momento, iba a ser algún tipo de creativo o investigador, ¿qué me queda ahora? Un sitio donde el movimiento se me hace imposible, por mi propia inoperancia e incapacidad de obtener cualquier tipo de oportunidad real.
Lo mejor de todo es que, con estos grados que tengo, no hago uno. Me sirven para mantenerme suficientemente estable como para que parezca que estoy bien, pero no es suficiente, porque nunca es suficiente para nadie a mi alrededor. Yo no soy suficiente, nunca lo fui, nunca lo seré. No soy más que un evento en la estadística. Ni suficientemente brillante como para destacar, ni suficientemente maldito como para pudrirme como corresponde. Solo queda seguir existiendo, porque ni para terminarlo todo sirvo.
Pensé por un momento en intentar el desafío de NaNoWriMo, pero ¿para qué? ¿Qué basura he podido producir que sea digna de mención? ¿Qué porquería he terminado en mi puta vida? Nada, nunca he terminado nada. Los grados fueron regalos, no los terminé yo, los terminaron por mí, ya que necesitaban gente que saliera.
Ni siquiera puedo sacar de mí lo que siento del único modo que sé expresarme, que es con la palabra escrita. Esto es solo un mísero reporte de hechos irrelevantes, frío, vacío, sin ninguna emoción destacable ni florituras del lenguaje que lo vuelvan agradable, al menos.
Ojalá me atropellen y no quede suficiente de mí como para un funeral.